No me atrevo a mirarte. Sé que ya no recuerdas lo que acaba de ocurrir, pero yo sí. Te he chillado. No podía más y he gritado con todas mis fuerzas. Cuando has ido por enésima vez a abrir la puerta de la calle, has empezado a tirar del pestillo y a vociferar que estás encerrada, he intentado seguir las indicaciones, tantas veces puestas en práctica, de los cursos para familiares de enfermos de Alzheimer: respirar a fondo y mantener la distancia. Pero llevo siguiendo estos consejos cuatro años y hoy no quiero saber que tienes Alzheimer, que no eres tú la que tira de la puerta de modo salvaje, que necesitas que te cuide. En ese instante no he podido pensar en ti como enferma, hoy he necesitado chillar mi rabia por tí, por mí, por todos los que como tú y como yo están agotándose en el suplicio de este mal del olvido. Te quiero, madre, por eso perdóname que un día, hoy, sólo hoy, yo también haya chillado.
De la novela «Detente, olvido» de Pilar García Elegido.