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Cine y escritura

 

Hay muchos lugares de obligada visita cuando se viaja a Roma. Uno de ellos es la Fontana de Trevi, quizás la fuente más famosa de Italia, a lo mejor, del mundo. Todo turista que se precie de serlo pasa por allí. Hace poco viajé a esa ciudad de tantos recuerdos y, como no, fui a la Fontana. Allí, agazapado entre la multitud, estaba Marcelo, el gran Mastroianni, buscando a Anita Ekberg. Le miré, me miró y nos entendimos sin palabras. Era mediodía, él sabía bien que debía esperar pacientemente hasta que la noche recogiese a toda aquella gente porque a altas horas de la madrugada aparecería ella, diosa exhuberante, dispuesta a bañarse de nuevo en la fuente. Marcello, esperaba.

El cine es una herramienta de promoción impresionante, el mejor de los anuncios. Ninguna publicidad puede equipararse a lo que esa secuencia de la película «La dolce vita» ha supuesto para la Fontana di Trevi. Quien quiera difundir un lugar, una ciudad, que apueste por el buen cine.

Caminando Roma encontré un cartel anunciador de una película americana, «La la Land», una imagen que estos días se encuentra en  la fachada de los cines de todo el mundo. Ayer, en Madrid, vi la película.

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El cine estaba, como la Fontana de Trevi, abarrotado. La entrada que conseguí era muy lateral, no quedaba nada más. Y sufrí lo mío al principio de la proyección, pero enseguida, me olvidé.

Aún con Roma en la retina, desde esa butaca lateral viajé de golpe a Los Ángeles y me encontré metida en un gran atasco de autopista. La fuerza de la música, de la puesta en escena de los primeros minutos de la película casi me hace bailar. Impresionante. Magnífica la música de la película, de  Justin Hurwitz.

La ciudad de Los Ángeles tiene una presencia reducida en la duración total de la película y, sin embargo, La la Land, es Los Ángeles. Sus personajes, sus bares, sus diálogos, todo es una representación de la ciudad ofrecida por el director de la película.

El cine y su manera de promocionar lugares. El cine.

En La la Land, puedes estar o no de acuerdo con la idea central que subyace en la película (leo opiniones encontradas), pero más allá de diferencias, es indudable que toda la maquinaria cinematográfica está muy bien engrasada y hay algunas secuencias magistrales que funcionan como un reloj.  El enorme trabajo de producción, puesta en escena, o postproducción consigue trasladarte desde butacas de cines madrileños, a otro mundo, otra ciudad.

Tarareando la canción «City of stars», recuerdo momentos de la película.  Quien no ha tenido sueños, quién no ha rechazado enamorarse de alguien para luego enamorarse locamente, quien no ha tenido problemas en compaginar realidad y sueños, quien no se ha sentido abandonado por alguien en un momento crucial de su vida, quien no ha tirado la toalla en algún caso, quien no ha pensado en lo que pudo haber sido y no fue…, y quien no se deja llevar por la música que tiñe toda la película con notas de emoción. Los mecanismos de identificación con los protagonistas están servidos.

Durante los últimos minutos de la película, soberbios, el director -Damien Chazelle- propone a los espectadores acompañar a los protagonistas en la vivencia de dos historias. Muy hábilmente, aunque hay un final muy claro,  nos propone dos opciones, dos argumentos contrapuestos (no entro en más detalles para no destripar como finaliza la película). Emma Stone y Ryan Gosling -grandes interpretaciones- a esas alturas del metraje somos nosotros, los espectadores de butacas laterales o centradas. Sus posibles historias son las nuestras. Disfrutamos y sufrimos. Y Los Ángeles es un telón de fondo constante, aunque no aparezca. A estas alturas de la película, hemos vivido más de dos horas en esa ciudad, nos hemos convertido en Emma y Ryan en Los Ángeles.

El cine nos traslada, viajamos de su mano, desde nuestra butaca, a lugares que a lo mejor nunca llegaremos a conocer, pero que quizás deseemos visitar tras haberlos descubierto en una película, en una serie, en un documental.

Viajemos a través del cine. Viajemos realmente. Viajemos. Y sepamos que nuestras ciudades, nuestros rincones, nuestras calles, bares y avenidas, las nuestras de verdad, las que vivimos, también merecen muchas películas que las narren.

A S. en su primer año de aventura y esfuerzo. Mil gracias por el día a día.

 

 

 

 

 

 

Un comentario en “DE ROMA A LA LA LAND

  1. peepjordan dice:

    Cine, ciudades, city branding… la clave la has dejado bien clara: «que apueste por el BUEN cine». Y claro, si nunca ha sido fácil saber de antemano quién es el asesino o el caballo ganador, tampoco se pueden detectar las buenas películas con certeza. Sin embargo, lo que sí puede reconocerse desde lejos es la basura, básicamente porque hiede desde el principio. Ayer mismo supe de un proyecto de branded entertainment para una conmemoración que… mejor no sigo. Un batacazo asegurado, bien regado con dinero público, oyes. Para llorar. Así no sale ni lalaland no cacagón. Algún día aprenderemos… o no. Un abrazo jefa.

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