«Solo son palabras. Escritas en el agua»
Conozco a un conductor de autobús que es músico. Aunque casi siempre camino la ciudad, en ocasiones el autobús de la línea 2 me traslada de casa al trabajo. Algunas veces coincido con él y me alegra mucho verle. Sigue estudiando música y actuando. A la vez, día a día, pacientemente, con amabilidad, conduce el vehículo atravesando la Gran Vía, la ciudad.
Hoy he conocido a otro conductor de autobús. Escribe poesía y cada día cumple su misión de llevar de un lado a otro a la gente de Paterson.
He llegado al cine justa de tiempo. He salido tarde de la planta de paliativos de un hospital donde visito algunos días a la mujer de la sonrisa -a la que dediqué el post «Una sonrisa»-)
Bella durmiente, ¿por qué duermes?, ¿en qué mundos se extravía tu mirada? Que no sufran tus párpados. La niña de tus ojos te recordará , ya te recuerda. Descansa tranquila, en la noche de tus sueños.
¿De dónde nace la creación? ¿Cómo se construye un poema? Jarmush construye su respuesta en Paterson. El protagonista, un hombre de bondad inmensa, mira atento a su mundo cotidiano, utiliza los elementos que le rodean. Su rutina es conducir, observar y la búsqueda de la palabra, la construcción de sus poemas (y a esa rutina se atiene el director de la película, siguiendo los días de la semana del protagonista). No tiene ambición, ni siquiera hace una copia de sus poemas que escribe con cuidada caligrafía en un cuaderno. Disfruta construyendo poemas en los huecos de su trabajo, atendiendo a las conversaciones, personas y objetos que tiene alrededor.
Durante la sesión mi cabeza está yendo y viniendo de la película.Me recuerdo llegando al hospital. Despistada, entro, por error, en la planta de pediatría. El llanto de los niños, sonido de vida, de camino que se inicia.
Mientras Paterson avanza por las calles conduciendo, veo a un hombre cortando una madera con una máquina.Ese mismo hombre coloca papel en la máquina de escribir. El papel empieza a llenarse de letras, de palabras.
Paterson abraza a su mujer. Cuando despierta, todos los días, le da un beso. La mujer tumbada, ausente en su sueño, me recuerda tanto a la bella mujer de la sonrisa. Mucho.
Encuentro por fin paliativos. Entro en la habitación. La paciente está tumbada, ajena ya al mundo. La mujer de la sonrisa ya no puede sonreír. Mira el vacío desde su rostro, bello y ausente. La habitación es ella, el desamparo de esa mirada ausente, fija. Las luces de la ciudad asoman a la quietud de la habitación en el anochecer del día y de la vida.
El hombre fuerte pulsa teclas de la máquina de escribir. Al rato, hace un descanso. Mira alrededor. Enciende un cigarrillo y parece ausente mirando a través del cristal.
Paterson escribe en los huecos de trabajo, cuando puede. Escribe con el disfrute de cada palabra, de cada frase. La creación, obstinada, que salva y secuestra. (Recomiendo la película especialmente a aquellos que viven la creación).
Al salir del cine me acompañan Paterson, la mujer de la sonrisa y el hombre que escribe. Dejo enseguida a los amigos con los que he quedado.
Es tarde. Llueve en Madrid. Llevo paraguas. No lo abro. Camino la ciudad bajo la lluvia con mis tres acompañantes invisibles.
Nada más llegar a casa me dirijo al escritorio. En una esquina, una máquina antigua de escribir. Pienso en el hombre que la utilizaba, que trabajaba la madera de día y escribía de noche, cuando podía.
Todos somos creadores. Paterson rinde homenaje a los creadores y a su búsqueda. La voluntad de perseguir la creación. Conocí muy bien a alguien con esa voluntad.
«Solo son palabras. Escritas en el agua», dice Paterson cuando desaparecen sus poemas.
Solo las palabras de unos pocos sobreviven en el tiempo a sus autores. Los demás solo sobrevivimos en las pupilas y en el recuerdo de un puñado de personas. Pero nos aprendemos y crecemos con lo que creamos.
Bella durmiente, descansa. No temas la hora de la oscuridad. Tu gente, la niña de tus ojos, te recordarán en sus días y en sus noches.
Con el pelo mojado, acompañada de Paterson, la mujer de la sonrisa y del hombre que se buscaba en la máquina de escribir de mi escritorio -mi padre-, enciendo el ordenador y empiezo a escribir .