La ciudad se perfila serena en la madrugada.
La casa duerme el silencio de la noche. La ciudad, al otro lado del cristal, también duerme en silencio.
En el edificio de enfrente, las ventanas, oscuras, ocultan los sueños de los vecinos. Solo una luz. En una casa del sexto piso, una cálida luz de mesa remarca el perfil de una mujer que con los ojos abiertos, muy abiertos, observa el horizonte singular, bello, de tejados casi adivinados, que parecen querer protagonizar historias emocionantes en esta noche cerrada.
El reloj del edificio de Telefónica, a lo lejos, alzándose en la casi total oscuridad del cielo, parece marcar las tres.
Las historias laten bajo esos tejados, sobre el gris casi negro del cielo de esta noche de invierno.
La mujer busca, sueña, ama, añora, persigue historias. Aunque sabe bien que las historias que pueda llegar a imaginar nunca tendrán la fuerza, la singularidad, la relevancia de los relatos reales que se ocultan detrás de las ventanas que mira con intensidad, como si observando la ciudad vacía pudiese captar la verdad, esa verdad a veces cercana al delirio, de lo real, de los relatos de vida de los que duermen al otro lado del cristal.
El ordenador resulta ser el único testigo del vértigo de esa búsqueda . Sus teclas van traduciendo a la pantalla historias intuidas a través de la mirada, al otro lado del cristal, mientras la noche cada vez es más noche y más oscura.
Lo imaginado nunca podrá alcanzar la fuerza, la intensidad de lo vivido, pero los que intentan crear tienen el deber de bordear fronteras y trazar rutas para acercarse a esa fuerza. Un gran reto de la creación: acercarse a la realidad o rodearla y subvertirla .
Esos miles de personas que duermen al otro lado del cristal, mañana cuando despierten serán mejores, más felices, encontrando y encontrándose en las historias narradas por escritores, cineastas, dramaturgos, músicos… toda la gente que crea, busca y se busca recreando historias. Como esta mujer que persigue y encuentra sus historias en el perfil de la ciudad. En la inmensa soledad de la noche.
La luz se apaga. La ventana de la mujer que escribe en la madrugada queda oscura. Fuera quedan aventuras, amores, dolores, historias de sosiego y de horror, de placer y de confusión. Mañana también ella buscará que otros narradores le regalen historias. Sus personajes, persiguiéndose por los tejados, la esperan hasta mañana. Las historias laten mientras la ciudad duerme.