A principios de 2014, según parece, la industria americana dejará de distribuir copias de películas en 35 mm. Únicamente se distribuirán en formato digital. Será el punto y final de una época del cine.
Hace unos días hablando de este tema con profesionales de la proyección, no podía evitar pensar en los cines de verano y en ese ruidillo del proyector situado al fondo de las plazas y espacios públicos de los pueblos. Se acaba. Los proyectores digitales no producirán ese sonido, ni esa oscilación de la imagen que se produce a veces al comienzo de la sesión, ni la incertidumbre que se provoca cuando en un plano aparece alguna raya y algún fotograma en negro que anuncia el cambio de bobina. Habrá otros problemas, vinculados a la tecnología, no a la mecánica.
De momento, este verano, preparamos sesiones en municipios de menos de 15.000 habitantes (*) y los espectadores aún vivirán la experiencia del fotograma en pantalla. Como viene siendo habitual, seguirán acercándose con curiosidad antes de la sesión a observar un proyector de cine, grande (aún en sus tamaños más ajustados) con una torta grande que en su rotación, fotograma a fotograma, va construyendo la magia del visionado a 24 fotogramas por segundo.
Estamos en el final de una época. Lo que venga será con toda seguridad y a medida que avance, mejor. Los equipos serán mucho más ligeros y fáciles de manejar y la calidad técnica irá progresando a pasos que probablemente nos cueste seguir a los directa o indirectamente relacionados con la proyección.
Todo cambia y avanza. Aferrarse al pasado y negarse a eso, es negar el progreso. Dicho esto y desde el interés por el avance tecnológico del cine digital, tengo que confesar que echaré de menos el ruido inconfundible de fondo del proyector y esa rotación casi mágica de la película fotográfica, especialmente en las sesiones de cine de verano.
Este año veremos a los espectadores de los pueblos madrileños y de otras muchas zonas de la geografía española sacar sus sillas a la plaza y disfrutar con sus vecinos de gran diversidad de historias cinematográficas, aún proyectadas en 35 mm. La luna y el fresco de la noche veraniega acompasarán ese rotar y rotar de fotogramas que acaba.
Que lo disfrutemos y que, en adelante, sigamos disfrutando muchos veranos con el cine digital.
(*) Este post se ha escrito durante la preparación del 13ª Circuito de Cine de Verano de la Comunidad de Madrid. Información: http://www.madrid.org/cinedeverano
Se te ha olvidado comentar el papel susurrante del deslizar de la cinta sobre el metal, parejo a ese sudor frio que nos invadia cuando nuestros dedos, tremulamente caian sobre el hombro de la/del chic@ de nuestros sueños, sentados en la última fila, asi como el sobresalto que producia la iluminación total de la sala en el cambio de rollo, que nos hacia respingar y devolver nuestras intenciones a las del sentir general. Ya los besos solo resonaran en el silencio, ya las manos tendran que ser más sigilosas, huerfanas del ulular del celuloide sobre el metal. No es cine pero era inherente a él. Un beso artista.
Una alegría leerte por aquí. Muy literaria y real tu descripción. También he visto tu blog, compañero, veo que tu producción de posts es intensa y muy directa. Seguiré tus reflexiones.
Un abrazo y hasta pronto!