No quiero escribir “prisión” y tampoco utilizar la expresión “centro penitenciario”. Hace unos días estuve en la cárcel.
Leyendo los periódicos de los últimos tiempos parecemos estar encerrados en una burbuja socioeconómica que únicamente conduce al desaliento. No parece haber salida, aunque sepamos que los ciclos económicos históricamente van y vienen y unas veces los vaivenes nos llevan al punto más bajo y otras parecen situarnos en la cresta de una ola que no es tal, que se desvanece un día como por encanto y nos descubre de nuevo en las profundidades. La sociedad parece teñirse de un gris que hay que evitar y en la rutina ganan la partida las historias más dolorosas de paro, pérdidas y desencanto. Tenemos la posibilidad de respirar la calle y la libertad, pero ¿basta? Poco tiempo atrás hemos generado expectativas que hoy parecen de difícil cumplimiento.
En la cárcel hace unos días una mujer de mediana edad después de ver un cortometraje (“El orden de las cosas “ de los hermanos Alenda que finaliza con un plano de mar y arena) en una sala llena de rostros traspasados por la emoción, después de ver las películas, dio las gracias por la proyección y dijo: “me habéis traído el mar”, y recordó su tierra malagueña con la voz teñida de sal.
En la cárcel una chica joven, demasiado joven para vivir en el encierro, con la chispa de la mirada afortunadamente aún viva nos invitó a ver su celda. Por pudor, no llegamos a traspasar el umbral de aquel cuarto pequeño en el que el color de la ropa que, según nos contó, le traía su abuela, parecía agrandar un poco aquellos escasos metros y el alma.
En la cárcel hacer un coloquio sobre cortometrajes, sobre cine, es arriesgarse a la verdad. Las preguntas sobre las películas nacen de las tripas y no pasan por el tamiz de lo políticamente correcto. La curiosidad sobre el mundo del cine, sobre el proceso de elaboración de una película estalla, sin más.
En la cárcel. Allí estuvimos hace unos días, en el módulo de mujeres de Alcalá-Meco con un programa de encuentros con directores de cortometrajes (*). Esa breve estancia nos ha recordado que “olemos a calle y a libertad” (maravillosa frase de una interna del centro de Estremera que Pepe Jordana, Eduardo Cardoso y algunos más, aunque no la vivimos directamente, no vamos a olvidar). Y en la calle, en la libertad, habrá que seguir creando, trabajando e inventando, aunque los titulares de los periódicos sean los que sean.
Visto lo visto en tantas ocasiones y días atrás “en la cárcel”, el cine es una herramienta brutal para muchos programas, para actividades muy diversas, además de una obra artística. ¡Hay tanto por hacer! Y el cine puede ser un vehículo para hacerlo.
Y en el recuerdo de esa breve estancia en la cárcel, los ojos de esa chica, Isabel, que nos abrió las puertas de su “casa”, de su celda y que sin saberlo me enfrentó cara a cara con la necesidad de volver a contar historias, también desde el audiovisual.
Calle, libertad, verano. Compromiso, trabajo, creación.
En esas estamos.
(*) Este programa se desarrolló durante la 14ª Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid -21 a 27 mayo 2012-
me gusta este relato, y la propuesta para el verano.
Muy buen post Pilar, enhorabuena por esa visión tan particular de las instituciones totales.