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Cine y escritura

 

En el territorio madrileño se celebran anualmente 51 festivales de cine y video (Censo 2010). No hay un dato cerrado respecto al territorio nacional, aunque parece haber acuerdo en que la cifra puede superar los trescientos si incluimos el territorio amplio de los dedicados al cortometraje.

A partir del año 2000 el número de certámenes pareció multiplicarse por todo el mapa nacional. A los motivos culturales, se sumaban en algunos casos la búsqueda de propuestas que animasen el turismo y múltiples factores dependiendo del lugar, a los que se sumaba  el interés de muchas localidades de tener un certamen que sirviese de incentivo al público local. Por otra parte, en momentos en que la economía parecía tener menos problemas, la organización de un festival de cine era  una acción factible y “barata” en comparación con otras manifestaciones artísticas.

Durante la década del 2000 ha existido un crecimiento desordenado de los festivales. Una parte de ellos llegaron para quedarse, realizando un buen trabajo. Otros fueron y vinieron sin pena ni gloria. El número de propuestas aumentó de forma drástica.

Organizar un festival no es tarea fácil. Antes de nada es necesario tener claro lo que ya existe porque no tiene sentido duplicar propuestas. Es importante comprender las características del lugar donde se va a realizar y la idiosincrasia de los espectadores potenciales para establecer un nexo con el público. Es crucial determinar claramente el contenido que queremos priorizar desde el ángulo cinematográfico y saber si contamos con los medios materiales y el equipo humano adecuado para hacerlo. La financiación del proyecto es otro tema delicado. La gran mayoría de apuestas dependen en un porcentaje alto del sector público.

En estos momentos el panorama es difícil. Apostar por un festival es apostar por un proyecto a largo plazo. La propuesta de un certamen tarda en tomar cuerpo unos años. Ahora nos encontramos con un mapa en que los certámenes  tienen  que enfrentar arduos problemas en su gestión.

Los festivales dedicados al cortometraje, en este marco, no parecen tener un horizonte fácil. Han supuesto un gran porcentaje de los certámenes creados en la última década, han significado una apuesta interesante para acercar a los espectadores, muchas veces de pequeños municipios, el mundo del cortometraje y del cine en general. Han sido el escaparate más importante de la destacable producción de cine español en formato corto y, por tanto, han incentivado una parte del sector audiovisual que nutre de nuevos productores, directores y técnicos a la industria. Han ilusionado (y generar ilusión es muy importante y, en un panorama de crisis lo es aún más) a los que están iniciando sus pasos en el audiovisual.

Estos días cumple su 25 aniversario el Festival de Medina del  Campo. Sus proyectos, su entusiasmo, han nutrido de historias cortas un cuarto de siglo de nuestras vidas. Recuerdo haber competido en Medina, el interés de sus sesiones, la importancia de poder coincidir con tantos directores y profesionales y charlar de cine y del mundo, la emoción de encontrarte con el público.

Medina, Alcalá de Henares, Huesca, Aguilar de Campoo, Elche, Bilbao, Valencia, Santiago, entre otras muchas, han sido localidades donde el cortometraje encontró su “lugar en el mundo” hace mucho tiempo. Después han surgido muchísimas propuestas en municipios de todo el territorio español. Son festivales en la mayoría de los casos humildes, que conectan a la gente con el cine (en un momento en que el visionado individual crece de forma progresiva,  los festivales tienen en su mano potenciar nuevas fórmulas que conecten a la gente con los profesionales de modo directo) y con un cine que no encuentran habitualmente en las pantallas comerciales.

El crecimiento del número de festivales de cortometrajes en la última década, de forma general, tiene una lectura positiva. La imaginación tiene que llevar a no perder el terreno ganado. A menos presupuesto, más trabajo, más imaginación. Hay que destacar la importante labor de difusión realizada, valorar el coste bajo que han tenido estos certámenes e intentar que el mundo del audiovisual que viene siga encontrando en los festivales un aliado.

Enhorabuena a Medina del Campo. Enhorabuena a todos los festivales que nos han hecho crecer como cineastas, como espectadores, como personas.

 

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