Me recuesto y veo las nubes que atraviesan hoy el cielo de Madrid. Tienen un efecto relajante, tranquilizador. Te llevan en viaje imaginario a otros espacios, a la búsqueda de un relato, de la palabra para esa frase que no termina de cerrarse, de la solución para ese plano que no acaba de montar con el anterior… las nubes y el amor, eso es otra historia.
De niña miraba nubes con mi padre -veo ahora su máquina de escribir, detrás del ordenador -, imaginábamos figuras extrañas en las barrigas enormes de esas amigas fugaces. Vuelvo a ser niña observándolas e imaginando historias. También miro las nubes buscando un efecto relajante. Hay problemas, estrés, pues a poner la mente en blanco y observar el paso hipn’otico de las nubes.
Correos, llamadas, mensajes, redes sociales… poner en marcha un festival recuerda siempre el inicio de un rodaje. Llegado este momento, uno siempre piensa que querría huir a las Antípodas y, a la vez, no puede dejar de chequear, contestar, adelantar, prever, avisar… de buscar la mejor solución para cada uno de los mil pequeños detalles por concluir, de las dudas que van surgiendo.
13 años. Han pasado 13 ediciones de la Semana del Cortometraje por mi. Gran parte de su historia, que comenzó en 1999 (¡gracias, Antonio Delgado, por poner en marcha el proyecto!). Han pasado muchas cosas en el mundo -¡tantas!-, y también en mi vida (cambios/proyectos/muertes/amores y desamores/ el tiempo, complicándolo todo). En sus inicios la Semana era una muestra de cortometrajes -los subvencionados por la Comunidad de Madrid- y se ha convertido en un festival/evento que se celebra en 66 municipios con actividades de todo tipo (talleres, encuentros profesionales, foros, charlas, colaboraciones numerosísimas). Veo el programa actual y pienso en las pocas hojas que tenía en aquellos inicios. Los proyectos culturales -probablemente también todo tipo de todos- tienen que crecer poco a poco, probando equipo, programación, promoción… testándolo todo. La consistencia nace de una experiencia que se va mejorando, corrigiendo, anulando los elementos que no funcionan, probando y cambiando aspectos de acuerdo con los cambios del sector. Es todo complejo. Fascinante, también. Y siempre hay un elemento sorpresa: el público.
En un festival uno está y no está. Es responsable, pero el proyecto no es propio y esto es un elemento que a veces se confunde. El equipo es esencial. Los objetivos anuales son un horizonte necesario. La selección de fechas es crucial. La programación tiene que mirar al público y seducirle, combinando la audacia con la prudencia (¡tan difícil!). La promoción siempre es sorprendente, lo que funciona un año, al siguiente es baldío. Y el festival crece y tú creces con él y un día miras hacia las nubes y ves pasar 13 años y sumida en el recuerdo de tantos momentos y anécdotas, de repente, una voz desde la televisión habla de un festival. Agudizas el oído y entonces escuchas que hablan de la Semana del Cortometraje y la nube que pasa parece esbozar una sonrisa. El festival sigue creciendo.
Pero mañana comienza. Dejas el sillón y vuelves al ordenador… ¡Tanto por hacer!
Muchas gracias a todo el equipo, a todos los compañeros de la Comunidad de Madrid que colaboran en este proyecto que mueve la ilusión de tanta gente. A por la 18ª edición