Cuando la salud falla, el mundo detiene su curso.
“La vida detenida”. Parece un buen título para una novela. Quizás haya que escribirla. Los que no somos escritores profesionales utilizamos nuestras propias técnicas. Yo no puedo escribir sin crear previamente una imagen de lo que voy a narrar. Monto una película en mi cabeza que luego intento trasladar al papel. Los fogonazos de la imaginación son mi motor, supongo que es natural al ser el cine mi mundo profesional y la narrativa una afición, eso sí, que con el tiempo ha ido creciendo y se ha convertido en necesidad vital.
Unos pies deformados que caminan bajo el agua, esa es la primera imagen que viene a mí cuando pienso en una posible escritura de “La vida detenida”.
Hace unos meses una caída estúpida produjo una fractura grave que me detuvo en seco (“La vida detenida”). Mi tobillo ha pasado por operaciones, férulas, yesos, muletas, miedos en infinitas variantes, sillas de ruedas … episodios típicos en esta situación. Pero a la vez que todo el proceso de recuperación del tobillo seguía su curso, iban teniendo lugar cambios y aprendizajes interesantes.
¿Cómo se siente quien depende de otros de forma casi total en su vida cotidiana? Primer y duro aprendizaje. ¿Qué piensa uno cuando la luz de un quirófano lo inunda todo hasta que pierdes el conocimiento? O, ¿qué ocurre cuando de repente tu casa se llena de obstáculos y lo que ayer era útil hoy es un estorbo? O, ¿cómo reacciona la gente cuándo te ve en una silla de ruedas? O, más interesante, ¿cómo reaccionas tú cuando te tienen que ayudar a subir a una silla de ruedas y desplazarte sorteando los miles de obstáculos que aún tienen las ciudades?
Confieso que aún busco precisar y matizar las respuestas a estas preguntas. En medio de todos esos procesos reales y mentales estás tú, que por primera vez en tu vida te sientes dependiente, y también tu relación con los demás. En meses las agendas cambian, hay gente que entra en tu vida y no quieres que salga nunca por su modo de enfrentar la situación y ayudar y otros, pocos, que ganan todas las papeletas para descolgarse de tu agenda y de tu vida.
Y los procesos son largos. Muy largos. Y la vida de todo el mundo alrededor continúa sus rutinas, continúa y debe continuar, mientras tú te quedas parado y tienes que establecer otras muy distintas a las habituales para enfrentar el día a día. Y lo que ayer parecía fácil (vestirse, lavarse o ir a la esquina a comprar el pan, cobra el tono de una película de aventuras). Y te das cuenta de tu fragilidad, de tu vulnerabilidad y de la necesidad del otro.
Y los tiempos son tan largos que en medio de ellos se producen nacimientos, muertes y eventos de todo tipo que parecen cobrar otra intensidad desde esa condición, afortunadamente provisional, de dependencia. Y en ese intervalo de meses también hay gente querida que recibe diagnósticos que les acercan a ese territorio difuso entre la vida y la muerte y te das cuenta de que no puedes quejarte. Tus huesos soldarán y poco a poco tendrás movilidad, mientras que otros continuarán en esa frontera terrible luchando por vivir.
Y te planteas, ¿qué es vivir? Si, ya sé que esta pregunta, esencial, suena tremenda pero, repito, ¿qué es vivir? ¿La rutina? ¿El trabajo desbordado? ¿Postergar lo que quieres por lo que debes? Y te das cuenta de que durante años no has mirado alrededor con la profundidad, el interés o la fuerza suficiente. La prisa, el desbordamiento, la energía que se desparrama en miles de actividades sin sentido. Quizás la mirada instalaba su objetivo en un territorio lejano y se nublaba la visión de lo próximo. Y cuando las cosas se tuercen lo próximo y los próximos son los que te salvan.
Y vuelvo al principio. La imagen de unos dedos y un pie que se deforma al andar bajo el agua, una imagen a la que me estoy acostumbrando por un tratamiento reciente de rehabilitación. Es fascinante observar como la visión a través del agua modifica completamente el objeto observado. Y esa cierta deformidad resume a modo de metáfora lo que ocurre en un proceso en el que la salud falla, uno comienza a ver la realidad de otra manera como yo veo cada día avanzar mi pie en el agua.
Pero este post se titula “En el regreso» y aún no hemos abordado el término. La vida se detiene y la mirada gana en profundidad de percepción. Lees el periódico de otra manera. Valoras los correos de otra manera. Miras al cielo de otra manera. Sientes de otra manera. Y un día, tienes que regresar. Ese tiempo detenido llega a su fin y se anuncia el regreso a esa rutina de antes, a las costumbres de antes, al trabajo, a la vida que tenías. Pero resulta que tu vida ya no es esa. No. El mundo alrededor ha cambiado y tú también has cambiado. Y las piezas tienen que volver a encajar.
Supongo que mi “regreso” no tardará en suceder, que este fragmento de “vida detenida” dejará de ser. He aprendido intensamente, he vivido una experiencia que me ha hecho comprender muchos mundos que eran ajenos, sentir otros profundamente, vivir de otra manera. Valoro cada minuto, cada momento de miedo, cada aprendizaje, cada error.
Quizás algún día, llegue la escritura de “La vida detenida”. Mientras necesito respirar, sentir, vivir de otra manera porque ni yo, ni nadie sigue siendo el mismo después de sentir “La vida detenida”.