La belleza. Término de difícil definición. Subjetiva y cambiante. Unos la encuentran en los rostros de las pinturas de Botticelli, otros en el rugido de un motor de un coche de Fórmula Uno, algunos en el sabor de un pato laqueado. Conceptos todos válidos, personales, diversos.
El mar, teñido de naranja por un atardecer espectacular en el que algunas nubes hacen parecer al cielo una pintura abstracta y dejan que los rayos, ya tenues del sol, perfilen su contorno. El mar, acariciando, con un color equivocado y perfecto, la arena de la Concha.
Hoy he visto la belleza, en esas aguas, en esa ciudad que cerca el mar y lo acoge casi dentro de sus calles, bajo ese cielo deslumbrante.
San Sebastián. Un lugar donde uno se puede encontrar a la vuelta de la esquina con la belleza, con momentos de luz y de paisaje sobrecogedores. Una ciudad hermosa que acoge todos los años la magia, la belleza, de la creación cinematográfica.
Las calles y salas de Donostia han contemplado muchos rollos de película y muchos rostros del cine a lo largo de la historia de su festival. 59 años son muchos años. Muchos. Un largo tiempo de ser escaparate del cine internacional, punto de reunión e inicio de la trayectoria de multitud de películas.
Berlín, Cannes, Shanghai, Moscú, Karlovy Vari, Locarno, Montreal, El Cairo, Venecia, Mar del Plata, Tokio y… San Sebastián. Son las ciudades que acogen a los festivales de categoría “A”, los más importantes del mundo, reconocidos por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Fílmicos (FIAPF). En España se calcula que puede haber más de 300 festivales de cine (solo en la Comunidad de Madrid se censaron 51en 2010). ¿Cuántos puede haber en el mundo? Es un cálculo imposible. Pero está claro que el Festival Internacional de San Sebastián forma parte de la lista de los 12 más importantes del mundo, de los eventos más destacados para la promoción del cine. Y esto debería difundirse aún más intensamente entre el público general y ser un motivo de orgullo. Si, esa es la palabra, no quiero escribir otra.
Orgullo y reconocimiento es también lo que deberíamos sentir al ver los nombres de Enrique Urbizu, de Benito Zambrano y de Isaki Lacuesta en la sección oficial de este festival. Hay mucho talento en el cine español, en los creadores y en los equipos técnicos. Y hay que repetirlo: mucho talento. Teñido de un enorme esfuerzo. Sus películas (“No habrá paz para los malvados”, “La voz dormida” y “Los pasos dobles” respectivamente) van a ser una muestra de esto, y también otras películas españolas que se mostrarán en las diversas secciones del festival.
Mañana arranca el festival con múltiples secciones que nos acercarán una porción interesante de cine reciente internacional, junto a otras secciones informativas retrospectivas y actividades muy diversas (exposiciones, presentaciones, etc). Hojeo el programa y, como espectadora, quisiera dar las gracias a Rebordinos, director del festival, y a su equipo, por su trabajo en esta edición. Porque el trabajo de promoción del cine que hace un evento como este es sensacional. Y es una labor divulgativa imprescindible que conlleva un trabajo considerable. Enhorabuena y mil gracias.
Hoy recién llegada a San Sebastián, con la retina llena de la belleza de un mar naranja en una ciudad maravillosa, siento el impulso de escribir sobre lo necesario que es hacer una labor constructiva respecto a nuestro cine, a nuestro modo de trabajar la promoción a través los festivales y respecto a la valoración de todo el sector.
El cine español está muy bien valorado fuera de nuestras fronteras, tiene que propiciarse un cambio de perspectiva en nuestro territorio y también en la evaluación de todas las actividades promocionales.
Veo el programa del festival. Serán jornadas intensas. Días de cine salpicados por algún paseo por la Concha en busca de esos momentos en que el paisaje estalla. Instantes de belleza en el cine y fuera del cine.