Los faros del coche iluminan una carretera estrecha con árboles a uno de los lados y un pequeño terraplén en el margen contrario. La música que Nino Rota compuso para “Amarcord” resuena en el interior del vehículo mientras la nieve caída sobre los árboles confiere al paisaje un tono de cuento, como en aquellos relatos tradicionales que Fernando, al volante, recuerda haber escuchado durante la infancia, en los que frecuentemente un niño se perdía en un bosque frondoso, a merced de lobos y malvados.
Quedan menos de cien kilómetros para llegar a destino. Fernando conduce despacio, pendiente de la carretera, del hielo. Ya se encuentra cerca, muy cerca. Pronto llegará a un hotel tranquilo, con una habitación cálida donde descansar de este largo viaje antes de una dura semana de trabajo en un congreso.
La música traslada a Fernando a las calles nevadas de aquel pueblo nacido de la imaginación de Fellini. Pasean por su memoria personajes y secuencias de “Amarcord”. ¿Cómo se llamaba aquella mujer atractiva, a punto de dejar la juventud, siempre muy arreglada, que gustaba tanto a sus paisanos?… Tarda un poco en recordar, mientras el paisaje se repite delante de él. Ah, si, la llamaban algo así como Gradisca… Y la imagen de esta actriz le lleva al rostro joven de Nieves, una chica de la que estuvo enamorado en el instituto. Cómo se parecía a la Gradisca. Resultaba increíble. Morena, de ojos enormes, sensual. Si, el parecido era notable. En “Amarcord” la Gradisca sonreía y gustaba, gustaba mucho. Pero no parecía tener fácil encontrar un compañero, alguien que la amase. Quizás algo parecido le ha pasado a Nieves. Ha gustado a muchos hombres pero no ha podido construir una relación estable. Quién sabe.
Empieza a nevar y la carretera parece estrecharse. La música de Rota acompasa el vaivén del coche. Fernando tararea bajito la melodía y no despega los ojos de la vía mientras recuerda.
Hace unos días, pasados casi veinte años, Fernando se ha encontrado con Nieves en Barcelona y se ha atrevido a saludarla. El tiempo la ha tratado bien. Después de hablar de pie un largo rato, acabaron tomando un café y contándose la vida en un bar al lado de las Ramblas. Nieves terminó la carrera, encontró trabajo en Barcelona y vive allí desde entonces. Fue agradable. Muy agradable. Quedaron en verse la próxima vez que Fernando visite Barcelona, donde viaja con frecuencia. Solo quedan doce días para volver. Y Fernando desea que el tiempo pase rápido. Muy rápido.
El terraplén de la izquierda de la carretera va ganando metros a medida que el coche avanza. Los copos de nieve que caen sobre el cristal delantero son más grandes. Juan conecta el limpiaparabrisas mientras silba la melodía de “Amarcord”. Qué gran película. Imagina algunas secuencias con Nieves interpretando el papel de Gradisca. Y su sonrisa ilumina la película, lo ilumina todo.
La nieve empieza a caer con mucha fuerza. El parabrisas se bloquea. La melodía de Nino Rota llega a sus compases más marcados. Fernando frena el coche, pero por momentos deja de tener visión de la carretera. La nieve parece tapar completamente el cristal delantero, mientras la música sube y sube. El coche derrapa, vence la nieve acumulada en el lado izquierdo y vuela sobre el terraplén, mientras Fernando, aferrado al volante, ve a Nieves/Gradisca en un barco, rodeada de los personajes de “Amarcord”. Con la primera vuelta de campana, el cd de música se dispara y suena a su máxima potencia.
La nieve, los arbóles, el limpiaparabrisas, todo gira y gira, mientras Fernando ve a Nieves sonriente por las calles del pueblo imaginario de “Amarcord”. Su sonrisa es tan amplia, tan hermosa…
Después de trazar espirales en el aire, el coche aterriza en el suelo y termina su recorrido con varias rotaciones sobre la superficie, arrastrando la nieve y la tierra albergada debajo.
La música de Nino Rota inunda el campo nevado en el que el coche de Fernando, deformado, machadado y bocabajo, ha detenido su vuelo desde la carretera, mientras Nieves sonríe en su banquete de boda, rodeada de los paisanos de “Amarcord”.
La música desborda la soledad del paisaje.
La sonrisa de Nieves. Barcelona. El café de las Ramblas. El banquete de la Gradisca. Nieves despidiéndose y alejándose entre la gente. Gradisca sonriendo.
Un coche pasa por la carretera, muy poco transitada. El sonido atronador de la música sorprende a sus ocupantes. Se detienen sobre la nieve del arcén y enseguida localizan el vehículo siniestrado en medio del paraje nevado. El golpe parece brutal.
Bruscamente, la música de Nino Rota baja de volumen hasta acallarse.
El silencio se apodera del lugar. Un silencio descarnado, extraño, después del alboroto anterior. El mundo parece detenerse con ese silencio.
Pasan unos instantes. La pareja de ocupantes del coche detenido en la carretera sale del vehículo y avanza hasta el borde del terraplén. Sus pisadas sobresaltan el silencio. Desde allí observan que algo se agita en el amasijo de hierros que es el coche accidentado.
En medio de la nada que es aquel paisaje oculto bajo la nieve, a través de una de las ventanillas aparece la mano de un hombre. Se mueve. Hace gestos.
La sonrisa de Nieves/Gradisca se hace más y más grande.
Este relato es totalmente ficticio. Lamentablemente hace unos días un compañero, J. E., sufrió un accidente. Su historia fue muy distinta. Para él y para toda la gente que, como él, ilumina la vida de los demás con su cordialidad y su sonrisa.